No obstante, entre las montañas, en las zonas apartadas de nuestra geografía, otros cientos de colombianos viven otras realidades. Para algunas de las comunidades indígenas colombianas, la Navidad, tal y como la conocemos desde nuestra visión occidental, no existe. Así lo explica Yaqueline Andrea Quintero Peña, gestora cultural de la Universidad de Antioquia, y quien por varios años ha trabajado en la atención de población indígena en Medellín.
Algunas de las razones por las cuales esto no se da, es porque para estas comunidades, el fin de año no llega en diciembre y porque para esta época sus celebraciones están más centradas en la recolección de las cosechas, las lecturas de los ciclos climáticos y el movimiento de los astros.
“Para diciembre los pueblos originarios lo que celebran es la abundancia de la tierra. Se le agradece a ella la generosidad de las cosechas, y se le hacen pagamentos por lo que entregó y por lo que comparte. Con esto se genera un sincretismo cultural con nuestra creencia del nacimiento de Jesús, pues se relaciona este hecho con el nacimiento de la semilla que brota para dar fruto”, expone Quintero Peña.
La profesional refiere que son pocas las comunidades que mantienen sus propias tradiciones y rituales, como algunos de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta, los Ingas asentados en el departamento de Nariño, que realizan algunas de las celebraciones del Suma Kausay para esta época, los cubeos del Vaupés que celebran el pasar de los años con la Fiesta de Dabucuri, que significa de abundancia de peces, y los Emberá que llevan a cabo rituales de paso o de acercamiento a sus espíritus protectores.
Sin embargo, y debido a la cada vez más constante interacción de los pueblos indígenas con las zonas urbanas y a la evangelización de distintas comunidades religiosas en sus territorios, muchos de ellos han adoptado las costumbres propias de occidente, y es así como hoy, en los resguardos, se observan árboles de Navidad, alumbrados y pesebres.
“Es algo muy curioso porque entonces se ven los pesebres, pero hechos con los materiales que ellos tienen en sus territorios o vestidos con sus trajes tradicionales. Incluso cantan algunos villancicos en sus propias lenguas y hablan de Dios y del pecado, pero siguen tomando chicha y haciendo sus rituales a la tierra. Esto evidencia esa permeación de los pueblos con las tradiciones hispánicas que hoy por hoy muchas comunidades religiosas siguen llevando aprovechando esta época, en la que van y entregan regalos o hacen jornadas de salud, pero también celebran los matrimonios o las primeras comuniones propios del catolicismo”, comenta
la gestora cultural.
A esta permeación no son ajenas tampoco las comunidades afro, aunque la celebración de la Navidad en su contexto se ha convertido en un acto de resistencia. Así lo evidencia por ejemplo el pueblo de Quinimayó, en el Valle del Cauca, que celebra la llegada del Niño Dios el tercer sábado de febrero, una herencia de la época de la esclavitud en la cual los amos blancos no permitían que sus esclavos celebraran la Navidad en diciembre, para que se dedicaran a tiempo completo a atender sus festejos.
Una de las tradiciones que destaca en esta festividad es la de salir a buscar la figura del Niño Dios para ponerlo en el pesebre, y se realizan bailes tradicionales
como la fuga, en la que se arrastran los pies ya que era el único paso que podían hacer los esclavos, debido a que estaban encadenados.
Los pobladores de este municipio señalan que esto era también un acto de resistencia, porque consistía en celebrar una fiesta que no tenía ninguna relación con la cultura o tradiciones de los esclavos traídos desde el África.
Finalmente, la gestora cultural destaca que “ante este panorama, se hace vital la conservación de los rituales y tradiciones culturales de cada comunidad, pues en ellos se encuentra parte de la memoria histórica de los pueblos originarios, su cosmogonía, su conexión con la tierra y los ancestros y su manera de relacionarse entre ellos mismos y sus entornos. Es en todo esto en lo que radica la verdadera riqueza de esos pueblos y es importante que desde afuera podamos conocerla, reconocerla y contribuir con su preservación.